RETRATO FUNERARIO DE ISADORA, EL FAYUM
La pintura a la encáustica ha suscitado una gran polémica entre teóricos y artistas, hasta el punto de haber generado una especie de guerra bibliografica.
La interpretación, el desconcierto, y también la investigación constante, han rodeado desde siempre a una forma de pintar asociada a la mítica maestría de Apeles, el artista conocido en la antigüedad por sus obras a encausto.
Leonardo, experimento una técnica con resultados mas que desastrosos en los murales del Palacio de la Signoria, quizá tentado por los pasajes crípticos de los textos antiguos que mencionaban la encáustica, pero estos textos no proporcionaban la información que hacia falta para revivir esta técnica milenaria. Quizá el espíritu inquieto de artista había puesto los ojos en el antiquísimo tratado romano de Plinio el viejo que formaba parte de su biblioteca particular, y tal vez había encontrado entre sus paginas los párrafos en que se hablaba de las excelencias de la pintura encáustica. Este fue según la Historia Natural, el medio que hizo inmortal a Apeles, pero también a Apolodoro, Pausias, Polignoto y otros tantos artistas de la antigua Grecia.
Tampoco las explicaciones dadas por el romano eran tan explicitas como para revivir el antiguo método, lo que abocaba a los artistas con espíritu arqueológico a reinventar esta técnica con tan solo algunas pistas: la cera como aglutinante del pigmento y el calor como vehiculo de unión de los colores.
Casi todas las pinturas realizadas con esta técnica vuelven inevitablemente la mirada hacia el libro escrito por Plinio, dando vueltas a un texto que sirve más que nada como excusa en la mítica búsqueda de la perfección pictórica encarnada por artistas legendarios. . Lo que con tanto interés perseguían los pintores era el aspecto deslumbrante de una forma de pintar que había demostrado no cuartear ni ennegrecer, que tenia un brillo uniforme, sin rechupados y podía conservar los colores en una intima fusión durante muchísimo tiempo, con las tonalidades originales en que fueron aplicados.
Este es, muy probablemente, el motivo que hace tan impactantes los magníficos retratos funerarios hallados en las tumbas egipcias de El Fayum o los iconos paleocristinsos procedentes del Sinaí, los cuales, a pesar de su antigüedad conservan inusitadamente vivo el contraste entre tonalidades.
Al intentar recopilar materiales y métodos del encausto no hacemos más que ponernos a la cola de una larguísima y polémica pesquisa. Las discusiones en torno al propio medio o aglutinante de esta técnica, esto es, la cera, fueron y son infinitas. Las mezclas que se hagan añadiéndoles otras sustancias a la cera determinan su utilización en frío o en caliente, su opacidad o transparencia, su flexibilidad. La cera mezclada con pigmentos puede utilizarse en caliente aplicándola con cestros, espátulas y pinceles, o bien en frío si es mezclada con álcali o sustancia básica (sosa, potasa). En este último caso toma la consistencia de una pasta jabonosa más fácil de manipular y es conocida como encáustica fría o, simplemente como pintura a la cera.
En realidad la encáustica debe su nombre a la utilizacion del cauterio o estufilla que se posaba sobre la pintura de cera, fundiendo de nuevo los colores y alisando la superficie, esto es, cauterizándola. Hoy en dia sin embargo, la clasificación respecto al método es más amplia y admite casi todas las mezclas en las que intervenga la cera, aunque sea en frío.
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